«No es a la muerte a la que debería temer el hombre, sino no empezar a vivir nunca.»

Marco Aurelio

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Estás fueron una de las últimas frases que nos dejó como legado el emperador romano Marco Aurelio. La Muerte. Este puede que sea uno de los fenómenos más contundentes que podamos experimentar en nuestras vidas, o lo que es aún peor, en nuestro Ser. Y de cómo este fenómeno puede reencauzar nuestras vidas y situarlas frente a lo que realmente importa, frente a lo transcendental.

Hace un par de años, cuando volví de Honduras, en donde viví una de mis peores experiencias de misión,… de ese viaje de casi 8 meses volví destrozado, mirada perdida, callado, casi no hablaba… fue entonces cuando experimenté esa muerte vital de la que nos habla Agustín de Hipona en sus escritos. Y mira que es increíble como en ese círculo vicioso de esa “muerte vital” puedes cagarla a base de bien. De cómo tu Ser se va desintegrando en pequeños trozos sin apenas darte cuenta, hasta que queda la nada, y te aferras a lo primero que te viene y te da algo de calor, algo parecido a la vida. En esos momentos, no eres consciente de ello, pero juegas a cara o cruz con tu vida. Ya que las personas pueden ser buenas para tu salvación, pero también pueden hundirte, más si cabe, en ese vacío, en esa niebla existencial. Esa a la que denominamos muerte del alma, o muerte vital, y es la que produce mayor ruptura en el Ser, porque ahí sufren todos. Tú y los que te aman.

De esa muerte vamos a hablar, y de cómo la muerte física puede resituarte frente a lo transcendental.

Esa muerte vital, producto de una realidad, la cual no era cómoda para mí. En la cual me apoyé en personas que creía que no me iban a fallar,… Vivir con esto me llevo a caer en un estado de desesperanza propio de los enfermos terminales en sus primeros estados de enfermedad. Como ya dije, a mi vuelta a España no fue mucho mejor. Ahí seguí viendo como algunas personas me seguían fallando, quise recuperarlas, pero al final no resultó bien.

Pero, ¿Cómo la muerte física te puede resituar? ¿Estaré loco? Bien, al mes de regresar de Honduras, murió un vecino mío, el cual tenía mi misma edad. Llegué a mi ciudad, lo saludé y al mes ya estaba muerto. No pude ni despedirme. Al poco tiempo murió una mujer, madre de una amiga, la cual sufrió lo indecible. Vi su proceso, la acompañé el tiempo que pude. Yo la quería mucho, para mí fue un ejemplo grande de resiliencia frente a las adversidades de la vida. Y cierto es que me enfadé un poco con Dios. Ella no merecía eso, eso le dije. Pasó un tiempo, y yo seguía cloroformado por las atenciones desmedidas de gente que decía amarme. Y digo decía, porque a veces la verdad no es la abanderada de nuestras vidas, pero eso es otra historia. Ahora, vamos a lo que vamos, y sigamos situándonos frente al fenómeno de la muerte física. Lo más contundente, lo más duro, creo que me vino después. Hablo de la muerte de mi abuelo. Yo no sabía que iba a morir, lo prometo. Pero ese día estuve allí. El mismo día que murió pude hablar con él, esa misma mañana. Y a las pocas horas pude acompañarlo en su transición de la vida a la muerte, a ese cambio de plano. Fue ahí donde mi vida dio un vuelco y experimenté otro fenómeno, el fenómeno de la contingencia, pero en este caso era una contingencia cierta, por la que no queremos pasar, pero todos pasamos.

Es entonces cuando entendí que en la vida debemos hacer algo más que vivir sin más. Este y otros hechos futuros me llevaron a resituarme frente a lo transcendental, frente a lo que realmente vale la pena, frente a lo que importa. Fue entonces cuando decidí regresar a Honduras y seguir con la misión que no pudimos desarrollar dos años atrás. Cuando entendí que en la vida hay cosas más importantes que tu propio yo, cuando entendí que la vida es para vivirla en mayúsculas. Y que la oportunidad que nos da la muerte de virar hacía lo que realmente importa pasa por el Ser de uno mismo, de la muerte a la Vida.

Vivir pensando en que vamos a morir, muchas veces es mejor que vivir sin pensarlo.

Al final, todos morimos. Pero solo de nosotros depende vivir o Vivir.

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Texto: Diego Moya Sáez (LAND OF HOPE – PROJECT)

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